¿Protegernos o sentirnos protegidos?

¿Protegernos o sentirnos protegidos?

La inseguridad vial en las calles de mi ciudad, como en tantas otras ciudades del mundo, y particularmente en aquellas con una alta densidad poblacional, se hace manifiesta mucho más cuando la infraestructura vial responde a la demanda que genera el uso del automóvil particular para moverse.

Ahora bien, se habla mucho del uso del casco para andar en bicicleta, y que eso pareciera ser fundamental para “mejorar” la seguridad vial, o se escucha al pasar que podría “salvarte” la vida ¿ante el atropellamiento con un vehículo que circule a alta velocidad?, y ni hablar de un vehículo pesado que, aunque vaya lento, probablemente te mate.

El punto es que el uso del casco puede ser relevante en ciudades donde transitar sea riesgoso a causa de una infraestructura deficiente o por ausencia de ella, y que nos permita percibir cierta seguridad, y ese es mi caso. Yo uso casco porque todavía considero que mucho de lo que hoy tenemos en mi ciudad sigue siendo inseguro, pero entonces pienso y me pregunto: ¿Por qué debería seguir usando un casco para moverme en bicicleta por la ciudad, sentirme “protegido” y seguir fomentando de alguna manera la violencia vial, en lugar de empezar a promover un cambio profundo en la infraestructura vial y en las leyes que reglamentan la circulación vehicular, que me permita salir de casa sin pensar que debo llevar un casco para protegerme?

¿Protegerme de qué o de quién? Esa es la pregunta que nos tenemos que hacer a la hora de hablar sobre el uso obligatorio del casco para andar en bicicleta, y paradójicamente en la respuesta a nuestra pregunta encontraremos la solución, para no tener que seguir debatiendo sobre la obligatoriedad del casco para andar en bicicleta.

En este contexto es que trato de diferenciar lo seguro de lo potencialmente inseguro (a veces lo logro y otras no) y hacer hincapié en la importancia que tiene mitigar el daño desde la eliminación o reducción de lo que genera el daño, en lugar de decirle a la gente que se proteja de lo que daña.

¿Protegernos para qué? es la otra pregunta. Para salvar nuestra vida, dicen, y en parte puede que tengan razón, pero los números estadísticos nos muestran otra cosa, porque hay más probabilidades de que nos mate por atropellamiento un/a automovilista a que nos ocurra lo mismo por una caída violenta de la bicicleta. Con esto no quiero minimizar la posibilidad cierta de caernos de la bicicleta, porque yo mismo me he caído y aquí estoy, pero quiero separar de alguna manera cuales son las circunstancias que te pueden llevar a una caída, y una de ellas es la ausencia o deficiencia de infraestructura vial segura. Y vuelvo a hacer la misma pregunta: ¿Obligamos a usar el casco o hacemos infraestructura de calidad?

El casco es un elemento de protección personal y no hay que ignorarlo, pero es mejor pensar en no tener que usarlo si sabemos que hay una infraestructura capaz de proveernos un lugar seguro para movernos, y no seguir insistiendo en usarlo para seguir pedaleando en calles inseguras que permiten que quienes hacen daño sigan su derrotero violento, total nosotros usamos casco. Reflexionemos.